FASCITIS PLANTAR

ME DUELE LA PLANTA DEL PIE… ¿¿¿FASCITIS PLANTAR???

El dolor en la planta del pie es una entidad clínica compleja debido a la diversidad de patologías que pueden cursar con este cuadro clínico; es por tanto muy importante realizar un exhaustivo examen clínico del paciente que nos permita concluir en un diagnóstico certero.

Antes de confirmar que el dolor que sufrimos en la planta del pie es resultado de una fascitis plantar, debemos descartar otras patologías que desencadenan una sintomatología similar; entre ellas se encuentran el síndrome de dolor miofascial de la musculatura del compartimento posterior de la pierna (sóleo, gemelos o tibial posterior) o de cierta musculatura intrínseca del pie (cuadrado plantar, flexor corto de los dedos…), el espolón calcáneo, la bursitis calcánea, la fractura por estrés del calcáneo, la rotura de la propia fascia, el síndrome de la almohadilla grasa del talón, el síndrome del túnel del tarso, la artritis… En los casos en los que el exámen clínico de fisioterapia no resulte concluyente, podemos recurrir a alguna prueba de imagen que, como la ecografía o la resonancia magnética, nos ayude en el diagnóstico.

Son muchos los casos de dolor en la planta del pie que se resuelven tratando la musculatura posterior de la pierna o de la planta del pie, ya que ambas pueden desencadenar dicho dolor al activarse sus puntos gatillo en respuesta a sobrecargas agudas, a alteraciones morfológicas, a un apoyo incorrecto, al uso de un calzado inadecuado, a malos hábitos posturales… Debemos tener en cuenta que una afectación de esta musculatura puede por un lado conducirnos a un diagnóstico erróneo de fascitis plantar o por otro lado, agravar el cuadro clínico de fascitis existente.

Habiendo aclarado todo lo anterior podemos centrarnos en la FASCITIS PLANTAR, inflamación de la fascia plantar; estructura plana, gruesa y fibrosa, formada por tejido conectivo y situada en la planta del pie (se origina en el calcáneo y se inserta en todas las falanges proximales). Es como una goma elástica que se suelta y se contrae con el movimiento para dar estabilidad al pie, absorber los impactos que se producen sobre el mismo y dar forma al arco longitudinal.

SÍNTOMAS: La queja más común es una sensación de ardor o punzadas de dolor en el talón del pie (mayores en la cara interna) que, en casos severos, pueden extenderse hasta los dedos. El dolor es fuerte y puede llegar a ser insoportable; se siente al apoyar el peso o durante el movimiento de flexión dorsal del pie, es decir, llevar los dedos hacia arriba y estirar así la fascia.

La sintomatología aumenta por la mañana al estirar la fascia (que por la noche se contrae) y presionar sobre ella, y generalmente disminuye a medida que el tejido se calienta, pero fácilmente puede regresar tras pasar largos períodos de pie, sentado o realizando actividad física.

En una fase inicial los síntomas tienden a disminuir o desaparecer después de unos minutos de actividad diaria o deportiva (en el caso de los deportistas). En fases más avanzadas el dolor aumenta en intensidad y tarda más en bajar, por lo que empezar a caminar y el deporte se vuelven cada vez más complicados; a menudo resulta difícil bajar escaleras por el estiramiento que sufre la fascia al realizar flexión dorsal, aparece edema en la región calcánea y el dolor que es cada vez más intenso, conduce a un incorrecto apoyo del pie y con ello a la aparición de dolor en otras regiones del cuerpo.

Lo que comienza como un dolor moderado y soportable que se nota sobre todo por la mañana, al poner el pie en el suelo, evoluciona a un dolor insoportable, como quemazón.

CAUSAS: Pueden ser variadas y multifactoriales, dependiendo en gran medida de factores ambientales, posturales y genéticos:

  • Sobrecarga por actividad física o deportiva: correr, saltar…
  • Calzado incorrecto que no se ajusta adecuadamente y/o proporciona un apoyo o una amortiguación inadecuada.
  • Tendinopatías del miembro inferior (siendo la más frecuente la del tendón de Aquiles cuya fijación en el calcáneo supone una continuidad anatómica hacia la fascia plantar), pies planos o pronadores, alteración de la marcha… ante los cuales el tejido fascial puede estar con exceso de trabajo o de estiramiento.

– Problemas de estática, dolor y/o limitación de la movilidad de la columna vertebral (principalmente lumbar y pelvis).

– Problemas de cadera y rodilla, como puedan ser la artrosis.

– Problemas de dolor y tensión muscular en el músculo flexor largo y músculo abductor corto del primer dedo del pie, íntimamente ligados anatómicamente a la fascia plantar.

  • Enfermedades como la artritis, la diabetes….

Debemos tener en cuenta que a medida que envejecemos el tejido se vuelve más débil y propenso a sufrir daños, y que el peso juega un papel muy importante, puesto que es en los talones donde se absorbe gran parte de la presión del cuerpo cuando caminamos.

TRATAMIENTO: La fascitis plantar debe ser tratada lo antes posible, puesto que un dolor leve puede convertirse en un problema crónico y puesto que sufrir dolor en el pie puede modificar la forma de caminar y provocar tensiones en otras partes del cuerpo, causando dolor de rodilla, cadera y/o espalda.

Para solucionar la fascitis plantar no debemos centrarnos solo en los síntomas, sino que primeramente tendremos que conocer y eliminar la causa que la provocó. El objetivo de la fisioterapia es restablecer la normalidad de la fascia plantar y de otros problemas que puedan haber sido ocasionados por la lesión; siendo su fisioterapeuta quien, tras realizar la historia clínica y el examen físico, decidirá el plan de tratamiento que más se ajuste al estado de su lesión.

En la fase aguda es importante aliviar los síntomas (principalmente el dolor y la inflamación) con la ayuda de diversas técnicas manuales e instrumentales de fisioterapia como la terapia manual conservadora e invasiva (punción seca), el vendaje neuromuscular, la electroterapia analgésica y antiinflamatoria o la crioterapia; serán importantes los ejercicios domiciliarios de estiramiento de sóleo, gemelo o musculatura intrínseca de la planta del pie. En una segunda fase de tratamiento se debe realizar un estudio de la marcha y si fuese necesario reeducarla para conseguir un apoyo adecuado; en algunas ocasiones es preciso diseñar y fabricar una plantilla personalizada que corrija el apoyo del pie y reduzca el riesgo de recaída.

Si lo anterior no ha funcionado podrá recurrirse a técnicas más invasivas como la electrolisis percutánea intratisular (EPI), las infiltraciones de corticoesteroides, infiltraciones de Plasma Rico en Plaquetas (PRP) o terapias por ondas de choque; siendo la cirugía la última opción para casos de fascitis plantar en los que todo lo anterior ha fracasado .

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